martes, 14 de septiembre de 2010

CARTA DE GINGER BREAD MAN


Ginger Bread Man nos ha escrito una carta relatándonos la terrible y traumática experiencia de celebrar junto a su mujer-tarta un cena en su casa. También podeis ver las imágenes de lo que allí sucedió en la sección de CUENTOS.


Sr Director,
Soy un ginger bread man. Como todo el mundo sabe, provengo de una familia acostumbrada a correr riesgos y a enfrentarse a enormes peligros. Por eso, la semana pasada leí con gran atención el articulo de Eli Love: “ Cómo ser un buen anfitrión. Recibir en casa”. Mi esposa (la mujer-tarta) y yo estabamos planeando organizar una pequeña fiesta en nuestra nuevo hogar para algunos amigos, así que animados por sus palabras y consejos decidimos invitar a nuestra casa a los ginger bread men de Irlanda, a las primas-tarta de mi mujer, a nuestros vecinos los hombres de chocolate y a nuestras amigas Sara Li y Ana K, que vinieron acompañadas por su inseparable Penis Boy.

En su artículo, Eli aseguraba que “saber atender a nuestros invitados es la garantía del éxito, incluso en las reuniones familiares”, así que seguimos al pié de la letra sus consejos, empezando por la bienvenida. Tal y como Eli aconsejaba, salimos a recibir a nuestros invitados uno por uno, saludándoles y conversando brevemente en la entrada. Esto nos llevo un tiempo, la verdad es que estuvimos casi cuatro horas en la puerta. Para entonces mi mujer, que es de fresa y nata, ya había empezado a congelarse por el frío que hacía en la calle, así que tuve que introducirla en el horno.

Por eso, no me quedo más remedio que hacerme cargo yo sólo de las presentaciones. Por suerte los invitados ya se habían ido conociendo, a decir verdad ya habían tenido tiempo de intimar. De hecho, me pareció que algunas de las primas tenían el vientre sospechosamente hinchado, aunque no me atreví a preguntar. Un buen anfitrión debe estar atento al estado de ánimo de sus invitados. Y desde el primer momento me pareció detectar cierta tensión entre algunos ginger bread men y los hombres de chocolate. Antiguas rencillas por conseguir el mejor sitio en la estantería, por colocarse a lado de las mujeres-tarta o por ser comprados antes que los demás parecían salir nuevamente a la luz. Empezaba a respirarse un cierto olor enrarecido. Mientras Sara Li y Ana K estaban muy entretenidas con su amigo Penis Boy. En realidad parecían estar tramando algo, pero ahora lo importante era atender a mis otros invitados. Ya me ocuparía después de las siamesas.

Busqué en mi bolsillo una de las chuletas que mi mujer y yo habíamos preparado por la mañana con listas de temas de conversación para evitar los silencios incómodos, y así acabar con la tensión reinante. Me acerqué a un grupo de hombres de chocolate puro con birutas de chocolate blanco. Miré el papel y recité:
- Se abarata el despido de los hombres de chocolate
- Las mujeres-tarta prefieren el dulce aroma de los ginger bread men
- El diputado de chocolate blanco paga la reforma de su choco-casa con choco-dinero público

Nadie dijo nada, pero la temperatura se había disparado y los hombres de chocolate empezaron a derretirse, así que los llevé directamente al frigorífico, abrí la nevera y los situé delante.

Al salir de la cocina me asaltaron algunos ginger bread men y me preguntaron abiertamente por qué había invitado a los hombres de chocolate. Por primera vez vi peligrar la velada. No dejé que el miedo se apoderase de mí y tanteé mi chaqueta en busca de otra de las notas:
- El hombre de chocolate con leche y almendras sale elegido presidente
- La crisis cierra más del 50% de las fábricas de galletas
- “West Chocolate Story” vuelve a triunfar en Broadway

Me había vuelto a equivocar de lista. Por suerte, las siamesas Golosas , atraidas por el delicioso olor a mantequilla tostada que desprendían mis familiares, se aproximaron para ofrecer algunas de sus delicatessen: ojos en su jugo, trozos de corazones de enamorados, manitas crujientes de bebé, caquitas de monja, etc.

La comida pareció calmarles. De repente parecía que todo empezaba a salir bien. Las primas-tarta disfrutaban de la compañía de penis boy. Revoloteaban a su alrededor riendo y comiendo los platillos que él les ofrecía. Los hombres de chocolate, recuperados de su indisposición, se unieron a los ginger bread men que comían directamente de las manos de Sara Li y Ana K. Y entonces lo comprendí, no todo el mundo puede ser un perfecto anfitrión, pues hay que tener cualidades muy especiales, cualidades innatas en las hermanas Golosas que engatusaron a todos con sus habilidades culinarias y sociales, que inundaron todo el salón con su belleza y alegría, convirtiendo la reunión en un recuerdo imborrable.

La fiesta era un éxito, todo había salido tal y como Eli Love había augurado. Ya sólo quedaba la despedida de los invitados. Sólo entonces recordé que había metido a mi esposa en el horno. Corrí hacia la cocina, ahora comprendía el extraño olor que había inundado la casa. Hice todo lo posible por salvarla, pero era demasiado tarde, mi esposa yacía calcinada en lo más profundo del horno. No sé cuanto tiempo lloré por el desperdicio de ese delicioso cuerpo, pero cuando volví al salón todo había cambiado. Ya no había risas ni bailes. Había migas de galletas esparcidas por la alfombra, chorretones de chocolate salpicaban todos el mobiliario y las paredes, y a cada paso tropezaba con restos de flores de azúcar que hasta ese momento decoraban los cuerpos de las bellísimas primas-tarta.

Después me contaron que en mi ausencia Penis boy había atado a las primas de mi mujer, según declaró, porque se habían puesto muy pesadas y le reclamaban la paternidad de los hijos que habían tenido en el transcurso de la fiesta. Mientras las siamesas enloquecidas habían perseguido a todos los hombres de chocolate y los ginger bread men hasta acabar con todos ellos dentro de su estómago. Después, insaciables como son, también habían devorado a las primas y a sus bebés.
Eli Love tenía razón, un anfitrión nunca debe dejar solos a sus invitados, debe ser el último en abandonar su propia fiesta.

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